domingo, 15 de diciembre de 2013

Renoir, la alegría de vivir

Eso fue lo que pintó Renoir, y su obra es un espejo de París, del siglo que le tocó vivir y de la naturaleza que le rodeaba, siempre amable y casi desenfadada. Renoir es hoy uno de los grandes maestros de la pintura del siglo XIX y principios del XX, un artista que supo aunar las corrientes de su tiempo sin renunciar a su estilo y a sus convicciones, pues si bien se le considera como uno de los más importantes impresionistas, nunca renunció a la herencia del siglo XVIII y se dejó ayudar por otros en sus crisis artísticas, como en la de la década de 1880.

Pierre Auguste Renoir nunca renegó de sus orígenes humildes. Sexto hijo de un sastre y de una costurera, nació en Limoges en 1841, aunque su familia no tardó en trasladarse a París en busca de mejores oportunidades. A los 13 años comenzó a trabajar en un taller de porcelana, donde ya destacaba decorándola. Fue un  obrero del taller quien recomendó a sus padres que le dejaran estudiar arte. Ya desde niño vio en París una especie de criatura viva a la que estudiar y a la que explorar, y también vio en sus callejones medievales una gran belleza (que lamentablemente no tardaría en ser destruida por las reconstrucciones que realizarían en la ciudad con la modernización)

El palco, de 1874, es una de las obras más conocidas del pintor y un claro ejemplo de lo que para Renoir eran los retratos. Al contrario que sus otros colegas impresionistas, Renoir gustaba de situar a sus modelos en entornos recargados, con gran cantidad de atrezzo en un ambiente casi teatral, y de hecho llegó a recrear entornos exóticos de harenes y palacios orientales para pintar odaliscas (muy de moda durante el romanticismo). Algo que también se aprecia en esta obra es el gusto del artista por los encuadres fotográficos, cortando a sus personajes, contribuyendo de este modo a dar un toque de inmediatez y de falta de preparación. En el cuadro aparecen su hermano y Nini, una modelo auténtica protagonista del lienzo, en el que la situación no es más que un pretexto para realzar la belleza y la elegancia de la muchacha.

En 1862 aprobó el examen de ingreso en la Escuela de Bellas Artes y comienza a frecuentar el taller de Gleyre, donde conocería a los que serían sus amigos y compañeros toda la vida, Monet, Bazille y Sisley, con quienes pintaría al aire libre en Fontenebleau. Sin embargo, 1863 todos abandonaron el taller debido a su cierre y comenzaron una época de pobreza (a excepción de Bazille que venía de una familia más o menos acomodada), pero también de nuevas influencias y de una gran evolución. Comienzan a frecuentar por entonces el Café Guerbois donde se reunían Manet, (quien se convertiría en una gran influencia para Renoir después del escándalo suscitado por “El desayuno en la hierba” del Primer Salón de los Rechazados) y otros intelectuales y artistas. En 1870 estalló la guerra Franco – Prusiana y Renoir fui movilizado a caballería. Bazille murió en la guerra y aquello fue para Renoir un duro golpe. Fue precisamente después de la guerra cuando los pintores rechazados en el Salón Oficial se reunieron por primera vez, en la que sería la primera Exposición Impresionista (1874). Antes se había mudado a Montmartre, y esa mudanza influyó decisivamente en su obra y en sus temas. Aquí conoció un París distinto, el de la bohemia y los cafés y no pudo evitar representarlo, como en “Baile en el Moulin de la Gallette”, quizás su obra más famosa.

El Baile en el Moulin de la Galette es quizás, una de las obras más importantes de todo el impresionismo, un compendio de todo lo que este movimiento buscó, la captación de la luz y la vida moderna en plein air, a través de manchas de color. El Moulin de la Galette, en Montmartre se encontraba cerca de la casa de Renoir y por eso lo frecuentó con asiduidad. Se trata realmente de un gran retrato de grupo para el que posaron muchos de sus amigos y sus modelos más queridas, entre ellas Margot, que posó aquí por primera vez para Renoir (aparece con vestido rosa, bailando con el español Pedro Vidal de Soares). Lo más importante de este cuadro es sin ninguna duda la captación vibrante de la luz que se filtra a través de los árboles y dibuja sombras azules en el suelo y en los personajes, que da a la composición un dinamismo pocas veces conseguido. Aquí os dejo su entrada: http://artiword.blogspot.com.es/2010/10/baile-en-el-moulin-de-la-galette-de.html

También hizo nuevos e importantes amigos (como Duran Ruel, quien le ayudó a subsistir) y nuevas modelos, y también conoció a la que sería su esposa, Aline Charigot. Renoir siguió participando en las exposiciones impresionistas cada vez con más cuadros y se ganaba la vida gracias a los retratos que le encargaban, al mismo tiempo que Duran Ruel hacía aumentar el interés por su obra y creaba exposiciones dedicadas a él en distintos lugares, lo que acabó dándole por fin cierta fama. Entre 1881 y 1882 viaja a Argelia y a Italia, y poco después se sumiría en una crisis artística que le llevaría a cambiar su forma de pintar. Fue Jean Auguste Dominique Ingres quien le guió y poco a poco la obra de Renoir comenzó a acercarse a la obra del pintor romántico, algo que ya es visible en obras como “El almuerzo de los remeros”. 

Durante el tiempo que Renoir pintó junto a Bazille y Monet, su situación económica fue bastante pésima. Durante ese tiempo, Renoir frecuentó un restaurante regentado por un tipo llamado Alphonse Furnaise, quien, conocedor de la precaria situación del pintor, se negaba a cobrarle. Esta escena se desarrolla precisamente en su restaurante, y se trata de una de sus últimas obras de gran formato. Un retrato de grupo para el que posaron muchos de sus amigos, entre ellos el propio Alphonse Furnaise (el hombre de pie junto a la baranda), su hija, las actrices Ellen Andrée y Jane Samary, el periodista Maggiolo... y también la que sería su mujer en 1894, Aline Charigot, con sombrero de flores y el perrito en la mano. Si bien en este cuadro ya aparece un marcado dibujo de las figuras, aun se aprecia el impresionismo en la captación de la luz roja filtrada por el toldo y la representación al aire libre. Aquí os dejo la entrada de este cuadro: http://artiword.blogspot.com.es/2011/12/el-almuerzo-de-los-remeros-de-renoir.html

Las escenas parisinas comienzan a perder terreno respecto a otro de sus temas predilectos, los desnudos femeninos, en los que se aprecia una clara influencia de Rubens en la representación de las figuras (mujeres gruesas y carnosas) y de Ingres en el tratamiento de las formas, más toscas y marcadas. De esta época es otro de sus grandes lienzos, “Las grandes bañistas” (1887). También siguió realizando retratos, entre los que destacan los numerosos cuadros que dedicó a Gabrielle (una prima de Aline que se había mudado con ellos para cuidar de sus hijos) con o sin sus hijos. Estos temas ocuparon los últimos años de su vida. A pesar de que siempre tuvo una salud frágil, nunca dejó de pintar ni de ver el lado bueno de la vida. Ni siquiera dejó de pintar tras la muerte de Aline, en 1915 aunque le dejó muy tocado. Renoir murió en 1919 de una neumonía.

sábado, 13 de julio de 2013

Manet y la búsqueda de la aprobación oficial

Hay quien considera a Manet como uno de los más grandes genios de la pintura de todos los tiempos, y hay quien considera que las innovaciones que el artista aplicó a su pintura, se debían a que no sabía pintar… en cualquier caso, la evolución de la pintura en el siglo XIX no se entiende sin él. Resulta curioso, que a pesar de que la crítica y el Salón lo relacionaban con el grupo irreverente de los impresionistas (de los que fue amigo, eso sí), Manet siempre buscó la aceptación en los círculos oficiales, algo que solo consiguió al final de su vida…

Edouard Manet nació en París 1832 en el seno de una familia acomodada. Su padre quería que fuese jurista como él, pero el joven Manet no cosiguió la calificación suficiente. Posteriormente se enroló en la marina francesa, donde tampoco logró graduarse. Fue entonces cuando su padre le permitió dedicarse a la pintura. Estudió con Couture, y copió a los grandes maestros en el Louvre, pues el siempre pensó que la pintura debía mirar hacia el pasado y beber de él. 

Manet presentó este cuadro, El ferrocarril, en el Salón de 1874. En él aparecen representadas Victorine Mourent, quien posó en este cuadro por última vez para Manet, y la hija del pintor Alphonse Hirsch, Suzanne, en el jardín de este, que colindaba con la estación de Saint Lazare. Para este cuadro Manet volvió a recurrir a un recurso ya utilizado en "El balcón", una verja de hierro que este caso ocupa todo el fondo del lienzo, y detrás de la cual, se ve el vapor del agua del tren que parte. Nuevamente la crítica condenó el cuadro, e incluso un malévolo crítico llegó a decir que Manet había colocado esa verja de hierro para evitar que las retratadas pudieran escapar de la fealdad que las acompañaba... Hoy se encuentra en el National Gallery de Washington.

En 1859 expone por primera vez en el Salón, “El bebedor de absenta”, que supuso un pequeño escándalo, por el tema de la obra, alejado de los temas religiosos y míticos de los pintores academicistas. Pero Manet es un hombre de su siglo, y su siglo será lo que pintará, y eso le valdrá más de un quebradero de cabeza. En 1861 expone “El guitarrista español”, que tuvo una buena acogida, aunque su forma de pintar no era muy entendida por el público. En 1863 las obras que presenta al Salón son rechazadas, y ese mismo año, Napoleón III permite la creación del Salón de los Rechazados, y aquí Manet expone “El desayuno en la hierba”, el primer gran escándalo de su carrera, al presentar un desnudo femenino rodeado de hombres burgueses de la época, sin un contexto mitológico… No solo se criticó el tema, sino también el estilo. Manet se puso así en el punto de mira del jurado del Salón… Pero un escándalo mayor fue la exposición de la Olimpia dos años después, en el que representaba a una prostituta de lujo atendida por su asistenta. Fue entonces cuando se dijo que Manet quería ser famoso a base de escándalos… 

Manet pintó este cuadro en 1879 y lo presentó en el Salón de ese año junto con "Pareja en un balandro", en un nuevo intento de obtener la aprobación oficial. En él, representa a su amigo Jules Guillemet junto a su joven esposa norteamericana, propietaria de una importante tienda de modas, y que era conocida por su elegancia y buen gusto. Aunque los dos personajes presenta una actitud aparentemente distante (sobretodo ella), esa distancia se elimina por la cercanía de las manos. La vegetación del fondo está tratada a modo de tapiz y permite realzar a los dos personajes. En esta obra, Manet huye de los cánones impresionistas, pero aun así las críticas no fueron favorables... Hoy se encuentra en la Gemäldegalerie de Berlín.

Sin embargo, estas obras fueron muy celebradas por un grupo de pintores jóvenes que tampoco eran aceptados en el Salón, y sin pretenderlo, Manet se convirtió en la cabeza del grupo Impresionista. Sí que es cierto que por iniciativa de Berthe Morisot, se hizo amigo de Monet, Renoir, Sisley y sobretodo Degas, a los que además ayudó económicamente, pero nunca expuso con ellos (por no enemistarse más aun con el jurado del Salón, aunque le valió de poco, pues la crítica le consideraba el instigador de las exposiciones impresionistas). A pesar de ello, sí que asumió algunas de las técnicas impresionistas a partir de su relación con Monet desde 1872. Precisamente en ese año, el marchante Durand Ruel le compró 24 cuadros, y organizó la primera exposición impresionista. Mientras tanto, Manet siguió intentando entrar a formar parte del Salón, pero las críticas a su obra eran continuas, y su frustración cada vez mayor… No fue hasta 1880, con su salud muy deteriorada, cuando se reconocería su talento, con una medalla de Segunda Clase en el Salón y siendo nombrado Caballero de la Legión de Honor. 

Un bar del Folies Bergere fue la última obra importante de Manet, y muchos la consideran como su testamento. En el cuadro se representa el animado cabaret Folies Bergere, en concreto una camarera de nombre Suzon, que mira melancólica y aburrida al observador, como esperando que decida lo que va a pedir (observador que se puede ve reflejado en el espejo, al igual que todo el local). Delante de ella, una naturaleza muerta de botellas de licor que demuestran la maestría de Manet para este asunto. Cuando Manet pintó este cuadro, ya apenas podía salir de su taller, y la modelo (que realmente era camarera del Folies Bergere) acudía hasta allí para posar detrás de una barra falsa. El resto del lienzo lo terminó con bocetos que había realizado previamente. Por supuesto, este cuadro también fue criticado... Hoy se encuentra en la galería Courtauld de Londres.

Después de la mala crítica de "Un bar del Folies Bergere", escribió al crítico Wollf una nota irónica diciendole que no le importaría leer en vida el maravilloso artículo que le consagrará después de muerto. Wollf no le daría esa satisfacción, y en la necrológica de Manet, que murió en 1883, después de sufrir la amputación de una pierna, escribió que solo dos obras de Manet podían ser consideradas excelentes... El crítico se equivocaba, pues la fama y la cotización de Manet, no haría más que subir.

martes, 9 de julio de 2013

Van Gogh, el genio atormentado

Vincent Van Gogh está considerado actualmente como uno de los grandes genios de la historia del arte, un reconocimiento que el artista no obtuvo en su breve existencia, una vida marcada por una personalidad inestable y por unas difíciles relaciones con los demás. Solo con su hermano pequeño Theo (marchante de arte) mantuvo una estrecha relación, como corrobora la intensa correspondencia que mantenían, y en la que Vincent le hablaba de sus preocupaciones, artisticas o no… Una relación que se convirtió en dependencia, pues Theo enviaba fondos a Vincent con los que este podía vivir. 

Vincent, nacido en 1853, era el hijo mayor de un pastor protestante holandés. Siempre tuvo intereses artísticos, y a los 16 años entraría como aprendiz en la filial de la galería de arte parisina Goupil & Co en La Haya, donde conocería la obra de la Escuela de Barbizon. Cuatro años después, Vincent se traslada a Londres, donde después de un fracaso amoroso comenzará a volverse más solitario… En 1878 se siente en la necesidad de ayudar a los demás, y tras ser rechazado en la escuela de Teología, se une como pastor a la colonia minera de Borinage. Allí estará seis meses, pues al mostrar conductas cercanas al fanatismo, no se le renueva en su cargo. Decepcionado, decide entregarse a la pintura, y en 1880 comienza a trabajar con pintores como Mauve. En 1885 pinta la que él mismo consideró una de sus mejores obras, “Los comedores de patatas”.  El conocimiento de los impresionistas, le lleva a abandonar los estudios académicos, y en 1886 se traslada a París, donde se reune con su hermano. Allí conocerá a Seurat, Pissarro, Gauguin… que incidirán en la difinición de su pintura, aclarando su paleta, y definiendo su particular visión del impresionismo. 

Los Girasoles. Esta flor fue muy recurrente en la obra de Van Gogh, sobretodo durante su estancia en Arles. Realizó muchas versiones de este tema, y aunque en ellos se ha querido ver una interpretación simbólica, Vincent, en su carta a Theo le dice que el único objetivo de este cuadro era el de alegrar su habitación... El azul y el amarillo serán los colores más usados por Van Gogh, dos colores que tienden al descanso, pero que en la obra del genio holandés tenderán hacia todo lo contrario, aun sin este pretenderlo... Este cuadro, el más famoso de la serie de los girasoles, se encuentra en la Neue Pinakothek de Munich.

Posteriormente se traslada a Arles, donde alquila una casa, la Casa Amarilla, con la intención de reunir a distintos pintores para crear la Escuela de los Impresionistas del Sur. Gauguin se traslada con él, y los dos artistas trabajan juntos, en una relación, que no tarda en ser enfermiza por parte de Vincent. Dos meses después, y tras una fuerte discusión, Gauguin abandona la Casa Amarilla y Van Gogh se corta parte de la oreja izquierda, en la que sería su primera crisis mental. 

Este cuadro representa la habitación de Van Gogh en la Casa Amarilla de Arles. De nuevo, la idea de Vincent, como dice a su hermano Theo, era la de crear un cuadro que sugiriera paz y reposo, y para ello volvió a emplear el azul y el amarillo, e incluso suavizó su pincelada enérgica. Sin embargo, el forzado encuadre y el hecho de que todos los muebles parecen inclinarse hacia el centro, eliminan esa sensación. Además, una patente claustrofobia se apodera del observador, al darse cuanta de que a pesar de haber dos puertas y una ventana en la habitación, la ventana esta cerrada, y las dos puertas bloqueadas por la silla de la izquierda, y por la cama. Quizás este cuadro de más a entender de la mente de Van Gogh que muchos de sus autorretratos. También realizó varias versiones de este asunto, y esta, se encuentra en Museo Van Gogh de Ámsterdam.  
Se sume ahora en un estado de melancolía y tristeza y su personalidad se vuelve más inestable (al igual que lo representado en sus obras). Eso le lleva a recluirse en 1889 en el sanatorio de Saint Remy, donde estaría un año. Sin posibilidad de salir, Vincent pinta, y su obra se vuelve cada vez más expresiva y dinámica. 

El tiempo que Van Gogh estuvo recluido en el psiquiátrico de Saint Remy, aparte de estudiar a otros pintores anteriores como Millet, se dedicó a pintar lo que veía desde su habitacion. En este caso un cielo estrellado en el que las estrellas son inmensos faroles que irradian su luz a través de un cielo tortuoso de pincenlada serpenteante. No se veian cipreses desde su ventana, pero serán recurrentes en su obra, y de hecho, escribió a su hermano Theo en varias cartas que no entendía como ningún pintor había representado los cipreses como él los veía. Este cuadro, se encuentra hoy en el MoMA de Nueva York.

Sin poder superar su tristeza, en 1890 se traslada a Auvers-sur-Oise por recomendación de su hermano Theo, a casa del doctor Gachet, quien le sometió a un tratamiento homeopático. Allí pintó a los habitantes del pueblo y sus paisajes. A pesar de que el doctor pensaba que Vincent se había recuperado, este no pudo superar su melancolía, derivada de su fracaso como pintor, y de la dependencia hacia su hermano, de modo que el 27 de Julio, en un campo de trigo, Vincent se disparó en el pecho, muriendo dos días después… Su última obra fue “Campo de trigo con cuervos”, casi un presagio de lo que ocurriría.
El suicidio de Vincent supuso un duro golpe para su hermano Theo. Esto, sumado a su mal estado de salud, le llevaron a un colpaso mental, que acabó con su hospitalización. Murió en 1891, seis meses después de su hermano y fue enterrado junto a él. Las 800 cartas que Vincent le envió, suponen un importantísimo testimonio de la vida del artista.