Eso fue lo que pintó Renoir, y su obra es un espejo de París, del siglo que
le tocó vivir y de la naturaleza que le rodeaba, siempre amable y casi
desenfadada. Renoir es hoy uno de los grandes maestros de la pintura del siglo
XIX y principios del XX, un artista que supo aunar las corrientes de su tiempo
sin renunciar a su estilo y a sus convicciones, pues si bien se le considera
como uno de los más importantes impresionistas, nunca renunció a la herencia
del siglo XVIII y se dejó ayudar por otros en sus crisis artísticas, como en la
de la década de 1880.
Pierre Auguste Renoir nunca renegó de sus orígenes humildes. Sexto hijo de
un sastre y de una costurera, nació en Limoges en 1841, aunque su familia no
tardó en trasladarse a París en busca de mejores oportunidades. A los 13 años
comenzó a trabajar en un taller de porcelana, donde ya destacaba decorándola.
Fue un obrero del taller quien recomendó
a sus padres que le dejaran estudiar arte. Ya desde niño vio en París una
especie de criatura viva a la que estudiar y a la que explorar, y también vio
en sus callejones medievales una gran belleza (que lamentablemente no tardaría
en ser destruida por las reconstrucciones que realizarían en la ciudad con la
modernización)
El palco, de 1874, es una de las obras más conocidas del pintor y un claro ejemplo de lo que para Renoir eran los retratos. Al contrario que sus otros colegas impresionistas, Renoir gustaba de situar a sus modelos en entornos recargados, con gran cantidad de atrezzo en un ambiente casi teatral, y de hecho llegó a recrear entornos exóticos de harenes y palacios orientales para pintar odaliscas (muy de moda durante el romanticismo). Algo que también se aprecia en esta obra es el gusto del artista por los encuadres fotográficos, cortando a sus personajes, contribuyendo de este modo a dar un toque de inmediatez y de falta de preparación. En el cuadro aparecen su hermano y Nini, una modelo auténtica protagonista del lienzo, en el que la situación no es más que un pretexto para realzar la belleza y la elegancia de la muchacha.
En 1862 aprobó el examen de ingreso en la Escuela de Bellas Artes y
comienza a frecuentar el taller de Gleyre, donde conocería a los que serían sus
amigos y compañeros toda la vida, Monet, Bazille y Sisley, con quienes pintaría
al aire libre en Fontenebleau. Sin embargo, 1863 todos abandonaron el taller
debido a su cierre y comenzaron una época de pobreza (a excepción de Bazille
que venía de una familia más o menos acomodada), pero también de nuevas
influencias y de una gran evolución. Comienzan a frecuentar por entonces el
Café Guerbois donde se reunían Manet, (quien se convertiría en una gran
influencia para Renoir después del escándalo suscitado por “El desayuno en la
hierba” del Primer Salón de los Rechazados) y otros intelectuales y artistas.
En 1870 estalló la guerra Franco – Prusiana y Renoir fui movilizado a
caballería. Bazille murió en la guerra y aquello fue para Renoir un duro golpe.
Fue precisamente después de la guerra cuando los pintores rechazados en el
Salón Oficial se reunieron por primera vez, en la que sería la primera Exposición Impresionista (1874). Antes se había mudado a Montmartre, y esa
mudanza influyó decisivamente en su obra y en sus temas. Aquí conoció un París
distinto, el de la bohemia y los cafés y no pudo evitar representarlo, como en
“Baile en el Moulin de la Gallette”, quizás su obra más famosa.
El Baile en el Moulin de la Galette es quizás, una de las obras más importantes de todo el impresionismo, un compendio de todo lo que este movimiento buscó, la captación de la luz y la vida moderna en plein air, a través de manchas de color. El Moulin de la Galette, en Montmartre se encontraba cerca de la casa de Renoir y por eso lo frecuentó con asiduidad. Se trata realmente de un gran retrato de grupo para el que posaron muchos de sus amigos y sus modelos más queridas, entre ellas Margot, que posó aquí por primera vez para Renoir (aparece con vestido rosa, bailando con el español Pedro Vidal de Soares). Lo más importante de este cuadro es sin ninguna duda la captación vibrante de la luz que se filtra a través de los árboles y dibuja sombras azules en el suelo y en los personajes, que da a la composición un dinamismo pocas veces conseguido. Aquí os dejo su entrada: http://artiword.blogspot.com.es/2010/10/baile-en-el-moulin-de-la-galette-de.html
También hizo
nuevos e importantes amigos (como Duran Ruel, quien le ayudó a subsistir) y
nuevas modelos, y también conoció a la que sería su esposa, Aline Charigot.
Renoir siguió participando en las exposiciones impresionistas cada vez con más
cuadros y se ganaba la vida gracias a los retratos que le encargaban, al mismo
tiempo que Duran Ruel hacía aumentar el interés por su obra y creaba
exposiciones dedicadas a él en distintos lugares, lo que acabó dándole por fin
cierta fama. Entre 1881 y 1882 viaja a Argelia y a Italia, y poco después se
sumiría en una crisis artística que le llevaría a cambiar su forma de pintar.
Fue Jean Auguste Dominique Ingres quien le guió y poco a poco la obra de Renoir
comenzó a acercarse a la obra del pintor romántico, algo que ya es visible en
obras como “El almuerzo de los remeros”.
Durante el tiempo que Renoir pintó junto a Bazille y Monet, su situación económica fue bastante pésima. Durante ese tiempo, Renoir frecuentó un restaurante regentado por un tipo llamado Alphonse Furnaise, quien, conocedor de la precaria situación del pintor, se negaba a cobrarle. Esta escena se desarrolla precisamente en su restaurante, y se trata de una de sus últimas obras de gran formato. Un retrato de grupo para el que posaron muchos de sus amigos, entre ellos el propio Alphonse Furnaise (el hombre de pie junto a la baranda), su hija, las actrices Ellen Andrée y Jane Samary, el periodista Maggiolo... y también la que sería su mujer en 1894, Aline Charigot, con sombrero de flores y el perrito en la mano. Si bien en este cuadro ya aparece un marcado dibujo de las figuras, aun se aprecia el impresionismo en la captación de la luz roja filtrada por el toldo y la representación al aire libre. Aquí os dejo la entrada de este cuadro: http://artiword.blogspot.com.es/2011/12/el-almuerzo-de-los-remeros-de-renoir.html
Las escenas parisinas comienzan a
perder terreno respecto a otro de sus temas predilectos, los desnudos
femeninos, en los que se aprecia una clara influencia de Rubens en la
representación de las figuras (mujeres gruesas y carnosas) y de Ingres en el
tratamiento de las formas, más toscas y marcadas. De esta época es otro de sus
grandes lienzos, “Las grandes bañistas” (1887). También siguió realizando
retratos, entre los que destacan los numerosos cuadros que dedicó a Gabrielle
(una prima de Aline que se había mudado con ellos para cuidar de sus hijos) con
o sin sus hijos. Estos temas ocuparon los últimos años de su vida. A pesar de
que siempre tuvo una salud frágil, nunca dejó de pintar ni de ver el lado bueno
de la vida. Ni siquiera dejó de pintar tras la muerte de Aline, en 1915 aunque
le dejó muy tocado. Renoir murió en 1919 de una neumonía.
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