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Gran parte de los pintores vanguardistas que siguieron la obra de Cézanne, lo consideran como el padre de la modernidad, y su influencia se nota en algunas de la obras de Picasso o Matisse. Aunque Cézanne empezó sus pasos ligado al movimiento impresionista e incluso expuso en las muestras del movimiento, siempre estuvo preocupado por la forma y la figura y desde el principio se desligó en parte del movimiento y sus compañeros, entre otras cosas por su carácter irritable y huraño. No es frecuente que Cézanne opte por contratar o modelos profesionales, pero para este cuadro y los otros tres que componen la serie contrató al italiano Michelangelo di Rosa. En el destaca la mirada melancólica del retratado y esa patente geometrización de las formas que casi se transformará en cubismo en obras como "La montaña de Santa Victoria". Su preocupación por los volúmenes y el color se debía a que pensaba que era necesario que el impresionismo cambiara su visión de estos aspectos para que pudiera ser incluido en los salones oficiales y los museos. Este retrato fue pintado en 1890 y se encuentra en la Fundación Bührle de Zurich.
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